Cuando aterricé aquí, junto
a Mi Hermana Pequeña, tenía mis
expectativas respecto a este viaje. No se ha cumplido ninguna. Pero se han
visto sustituidas por experiencias que las superan con creces.
Mientras mi hermana ha estado ocupadísima
con todo lo concerniente a La Película
y el VLAFF, El Vancuverita se ha encargado de mantenerme muy entretenida. Desde luego ha cumplido
con su promesa de no permitir que me aburriera durante mi estancia en
Vancouver.
No sabría elegir algo en
concreto de lo vivido –exceptuando las clases magistrales recibidas para
diferenciar entre bueno y malo-, ya que disfruté tanto de la visita al Rogers Arena -que es la pista
de hielo del equipo de hockey Vancouver Canucks-, en la que
incluso me atreví a lanzar algunos discos –o por lo menos a intentarlo-, como paseando
por la arena de Wreck Beach.
Al principio puse como
excusa el no haberme traído bikini para no ir a la playa –a pesar de estar a
finales de agosto, el agua del Pacífico está helada-, pero como la playa era nudista, la excusa no
me sirvió de nada. Tal y como esperaba terminé remojada y helada. Aunque lo del
frío duró poco, El Vancuverita es un fenómeno
calentando cuerpos.
El fenómeno de la calentura
nos ha acompañado a mi hermana y a mí –junto a otros amigos- al aeropuerto.
Se me encoge un poco el alma,
pero estoy deseando abrazar a mi hijo. Mi
Madre, por su parte, está deseando que lleguemos para que me lleve a Curra antes de que se coma la otra mitad de su casa.
¡Otra vez el jet lag! Y apenas
tengo veinticuatro horas para superarlo, pues mis vacaciones se acaban y me tengo
que incorporar al trabajo. Se acabó el sueño, comienza la realidad.
Después de un par de meses,
tras pedir la ejecución de la sentencia para ver si El Contrario por fin paga la pensión de alimentos que le corresponde
a Nuestro Hijo, ha salido la resolución.
Le embargarán parte del sueldo,
por lo menos mientras oficialmente lo tenga, pues ya me adelantó -vía sms, cómo no- que si
se tuviera que dejar el trabajo lo haría.
Lo que yo decía, vuelta a
la realidad, porque a las doce y media de la noche he recibido un sms de El Contrario -otro más-.
La verdad es que sus extrañas ganas
de jugar me han acojonado esta vez. Tras reenviar el mensaje a un par de
personas -para sentirme más segura- y echar la llave a todas la puertas de la casa, he intentado dormir algo. Así no hay manera
de superar el jet lag.
He llegado medio muerta al trabajo, deseosa de contarles
a Las Compañeras los pormenores –y “pormayores”-
del viaje a Vancouver, así como de la hospitalidad de El Vancuverita.
Casi no había empezado a
contar mis aventuras, cuando me ha sonado el teléfono móvil. Me llaman de la Policía Nacional ,
tengo que presentarme en comisaría. Creo que El Contrario ha empezado su juego […]
Deberías de invitar a lcanadiense a conocer la hospitalidad española, y así enseñarle la playas españolas.
ResponderEliminarDebe ser que la protagonista es algo "sosipava"...eso, o es muy lista y pasa de complicarse la vida...a ver por dónde sale ;)
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