Se inició el nuevo curso escolar y si bien, hasta un mes después
–tras marear la perdiz todo lo que ha podido- no comencé a recibir el dinero –a
fuerza de embargo- correspondiente a la pensión de alimentos de Nuestro Hijo –más los correspondientes atrasos-, El Contrario tuvo la deferencia de ingresar en mi
cuenta cien euros como dádiva generosa para contribuir al pago de los gastos
derivados del comienzo del nuevo curso, así como para participar en la
adquisición de las nuevas plantillas ortopédicas que el niño necesitaba.
Con el dinero
que vaya percibiendo de los atrasos saldaré, poco a poco, las cuentas
pendientes que tengo con los familiares y los profesionales que, hasta la
fecha, me han ido echando mil manos para que yo pudiera sacar al niño adelante al
tiempo que luchaba por lo que era justo para él.
Con la ayuda de la pensión
mensual, podré llevar al niño como un palmito e incluso ir juntos al cine o al McDonald`s alguna vez que otra. Hasta ahora, sólo
con mi sueldo, nos daba poco más que para pan y cebolla.
Por lo pronto
voy a inscribir al niño a clases de kárate, a petición de él mismo. Va a
suponer un gasto extra, sobre todo al principio, pues hay que adquirir el
kimono y otros complementos. No voy a molestarme en pedir la mitad de lo que
cueste a El Contrario. Si para que el
niño coma y se vista en condiciones mira la que hemos liado…
Con suerte -si
con muchos cálculos y ecuaciones consigo cuadrar números-, igual hasta puedo retomar mis clases de Aquagym,
echo de menos a Las Chicas y mi cuerpo necesita mover las
bisagras. Nunca sabe una cuándo se le va a volver a presentar un canadiense vigoroso, y
hay que poder estar a la altura de los acontecimientos llegado el caso. Si no, después necesito varias semanas para que se me quiten las agujetas, que por
mucho que valgan la pena, suelen ser bastante molestas.
Quisiera pensar
–una vez más- que vienen días de relativa tranquilidad.
Y digo “relativa” porque tampoco puedo olvidar el hecho de que la hipoteca
sigue sin pagarse –el dinero no da para más-, lo que significa que en cualquier
momento, mi niño y yo, tendremos que abandonar “nuestro” hogar.
Como no me
gusta regodearme en la miseria más de lo estrictamente necesario, he optado por
evadirme escribiendo una novela sobre las aventuras y desventuras de una mujer
separada. Eso si, en clave de humor, porque para llorar siempre se está a
tiempo.
No paro de
darle vueltas al tema, me gustaría perfilar bien los personajes. Barajo varias posibilidades. En la primera, la
protagonista es extremadamente… ¿pánfila? En la segunda, la protagonista es
paciente y… ¿calculadora? Todavía no sé que derroteros tomaré. Imagino que no
podré evitar plasmar en la protagonista parte de mi propia persona.
Tras varios
días dándole vueltas, he empezado a darle forma a los personajes de mi proyecto
de novela. Al final el coprotagonista me está quedando demasiado bonachón. No
sé yo si tanto algodón de azúcar tendrá gancho.
Les he expuesto
mi proyecto a amigos y amigas, la mayoría piden que incluya mucho sexo, pero me
parece demasiado oportunista en estos días llenos de "Christianos Grey" y "Gideones Cross".
Bueno para mi debes de hacerla con humor y una buena dosis de sexo, sino la protagonista será aburrida y sosa.
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