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martes, 26 de noviembre de 2013

2. LOS YENES JAPONESES



Cuando llevaba dos años saliendo con El contrario le propuse que ya era hora de buscarnos un pisito e irnos a vivir juntos.

Fue entonces cuando sufrió su primera crisis.

Y digo su, porque yo no tenía ningún problema. Ya entonces debería haberme andado lista y verlo venir.

El caso es que lo dejó conmigo unas semanas, porque decía que no estaba seguro, que no sabía si me quería. Debí sospechar algo aquel día en que regresó de un trabajo en Madrid y los dedos de su mano derecha desprendían un olor muy particular. Amén de los calzoncillos Calvin Klein que comenzó a utilizar y ese bote de colonia Boss Bottled que, según él, se había olvidado su compañero de habitación en el hotel.

Para la segunda crisis, suya de nuevo, ya estábamos  metidos de lleno en la compra de nuestro segundo piso, habíamos vendido el primero y vivíamos de alquiler a la espera de que nos entregasen las llaves del segundo y, por lo tanto, firmar nuestra segunda hipoteca. También teníamos a nuestro pequeño, que por esas fechas cumplía tres añitos.

Entonces empezó a venir tarde por las noches, daba igual el día de la semana, sin avisar y permaneciendo ilocalizable. Siempre era algún trabajo extra o un favor a algún amigo. Visto en retrospectiva me asombro de mi ingenuidad, aunque también entiendo mejor el dicho de que no hay más ciego que el que no quiere ver.

La tercera de sus crisis, fue estando ya en nuestro segundo piso, entonces recibía llamadas que contestaba en otra habitación o se pasaba las horas muertas en Internet. Trabajando, por supuesto. Alargando así, al máximo, la hora de irse a dormir. He de decir que yo tengo mucha paciencia y soy capaz de mantenerme despierta horas y horas a la espera de lo mío.

 
La cuarta crisis coincidió en el tiempo con la que también atravesaba mi amiga y vecina,  La del quinto.

Para entonces ya habíamos firmado una hipoteca multidivisa en yenes japoneses.  ¡Qué caray, el tipo de interés era muy bajo!

Hoy tenemos una deuda que se ha duplicado al cambio de divisa, un piso imposible de vender con semejante carga y unos sueldos que nos obligan a “vivir” bajo el mismo techo.

2 comentarios:

  1. Dios que ingenuas semooooos!!! Permiteme que me repita, siempre pasa algo malo porque algo mejor esta por venir.
    La paciencia es un árbol de raices amargas pero da frutos muy dulces.
    Besos

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  2. Si esto no es nada, jajaja...aún hay más, pero la vida se toma con alegría, jajaja.
    Un besico guapa.

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