Cuando
llevaba dos años saliendo con El
contrario le propuse que ya era hora de buscarnos un pisito e irnos a vivir
juntos.
Fue
entonces cuando sufrió su primera crisis.
Y
digo su, porque yo no tenía ningún
problema. Ya entonces debería haberme andado lista y verlo venir.
El caso es
que lo dejó conmigo unas semanas, porque decía que no estaba seguro, que no
sabía si me quería. Debí sospechar algo aquel día en que regresó de un trabajo
en Madrid y los dedos de su mano derecha desprendían un olor muy particular.
Amén de los calzoncillos Calvin Klein que
comenzó a utilizar y ese bote de colonia Boss Bottled que, según él, se había olvidado su compañero de habitación en el
hotel.
Para
la segunda crisis, suya de nuevo, ya
estábamos metidos de lleno en la compra
de nuestro segundo piso, habíamos vendido el primero y vivíamos de alquiler a
la espera de que nos entregasen las llaves del segundo y, por lo tanto, firmar
nuestra segunda hipoteca. También teníamos a nuestro pequeño, que por esas
fechas cumplía tres añitos.
Entonces empezó a venir tarde por las noches, daba
igual el día de la semana, sin avisar y permaneciendo ilocalizable. Siempre era
algún trabajo extra o un favor a algún amigo. Visto en retrospectiva me asombro
de mi ingenuidad, aunque también entiendo mejor el dicho de que no hay más ciego que el que no quiere ver.
La
tercera de sus crisis, fue estando ya en
nuestro segundo piso, entonces recibía llamadas que contestaba en otra
habitación o se pasaba las horas muertas en Internet. Trabajando, por supuesto. Alargando así, al máximo, la hora de irse a dormir. He de decir que yo tengo mucha
paciencia y soy capaz de mantenerme despierta horas y horas a la espera de lo
mío.
La
cuarta crisis coincidió en el tiempo con la que también atravesaba mi amiga y vecina, La
del quinto.
Para entonces ya habíamos firmado una hipoteca multidivisa en
yenes japoneses. ¡Qué caray, el tipo de
interés era muy bajo!
Hoy
tenemos una deuda que se ha duplicado al cambio de divisa, un piso imposible de vender
con semejante carga y unos sueldos que nos obligan a “vivir” bajo el mismo
techo.
Dios que ingenuas semooooos!!! Permiteme que me repita, siempre pasa algo malo porque algo mejor esta por venir.
ResponderEliminarLa paciencia es un árbol de raices amargas pero da frutos muy dulces.
Besos
Si esto no es nada, jajaja...aún hay más, pero la vida se toma con alegría, jajaja.
ResponderEliminarUn besico guapa.