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martes, 19 de noviembre de 2013

1. VÍSPERA DE REYES. 2012



Son las ocho y media de la mañana y aquí estoy yo, esperando en la puerta de Hacienda con un puñado de escrituras y otros documentos. Soy la primera de la fila que ya está creciendo. Abrirán a las nueve, pero tengo que asegurarme de que me atiendan pronto para no llegar tarde al trabajo. 

Estoy convencida de que por fin procederán a devolverme el dinero que me corresponde de la declaración de la renta de 2010. Dinero que estoy esperando como agua de mayo desde hace ya más de seis meses.

Quizá ahí es donde ha residido mi error, porque al estar tan segura ha dolido mucho.

El problema, en realidad, estaba en la renta de 2007. El inspector me ha dicho que no le dijera lo que Lola Flores, que no sabía que tenía que pagar. Aunque a medida que me iba explicando lo que delataban los números se apiadaba de mí y ha terminado llamándome cariño. Eso si, también me ha dicho; como ves, yo soy un hombre tranquilo, no me altero, pero esto es lo que hay.

Lo que hay es un sablazo de no menos de seis mil euros, a lo que habrá que sumar intereses y sanción.



Cuando en mi defensa, y con mis explicaciones, he llegado a la parte de mi hipoteca en yenes japoneses, el funcionario de la mesa de al lado, que por cierto estaba muy desocupado, casi se atraganta con el café. También ha prestado especial atención en el momento en que el inspector que me atendía me ha preguntado, con verdadera curiosidad, cómo llevaba lo de seguir conviviendo con El Contrario.

El Contrario  es el padre de mi hijo, y el autor de esas declaraciones de la renta tan maravillosas que yo, negligentemente, no supervisé.

Creo que esos dos hombres, que tan atentamente me han escuchado hoy, son un poco más felices al saber lo miserable de la vida de otros. Ese será  mi regalo de Reyes para ellos. Para mí, me llevo un buen saco de carbón a cuestas.

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